> Miguel Garví, escritor: MAS RETAZOS DE VIDA

viernes, 22 de agosto de 2014

MAS RETAZOS DE VIDA

Una vez terminado el curso breve, realizado en el último trimestre escolar, titulado "Taller de iniciación a la escritura creativa" y dirigido por la periodista y escritora de Albacete, Rosa Villada Casaponsa. La Universidad Popular de Albacete, publica en su pagina web y bajo el título "Más retazos de vida", una serie de relatos que hemos escrito a lo largo del curso las personas que hemos participado en él.

Dice Rosa Villada:

 
 
 
 
"Escribir es sinónimo de vivir. La persona que escribe vive de una forma más intensa".
 
Para aquellos que intentamos que se nos considere escritores, aunque para nosotros ya lo somos, esta frase tiene mucho significado. Es cierto cuanto dice toda ella y yo, desde aquí, quiero animar a todas las personas a que intenten escribir. Verán que no es nada difícil. También Rosa nos dijo a lo largo del curso, y aunque suene a perogrullo, es bien cierto "A escribir se aprende escribiendo, es cuestión de voluntad y de dedicarle tiempo". Pues como os decía os aliento a intentarlo. Veréis, desde bien pronto, lo maravilloso de la experiencia. Conoceréis otro mundo y seguro, seguro que a la mayoría os enganchará. Lejos quedará y no es imprescindible, el publicar los que escribáis. Lo importante es escribir para vosotros y luego para cuantos os rodean, la fama si ha de llegar vendrá sola.
 
Acabo de leer un libro maravilloso. "Escribir es vivir", de José Luis Sampedro. Libro que os recomiendo fervorosamente, pues a lo largo de él encontrareis todo cuanto os he contado, pero dicho de una forma amena y mientras él hace un repaso de su vida. De verdad que merece la pena leerlo.
 
Bueno, es verano y no es tiempo de filosofar. Como os decía al principio, os dejo el relato corto que me han publicado en esa página. Encontrareis, también, el resto de relatos de mis compañeros, que por cierto, son mejores que el mío.
 
 
 


YO FUI LA ÚLTIMA
 

 

HOMENAJE A LAS MUJERES ASESINADAS

 
Un grito rasgó la noche que hacía rato había caído sobre este barrio donde nunca ocurría nada, ni malo, ni bueno. De repente me vi sola en medio de la calle, llena de farolas, y con luz en casi todas las ventanas. Maldije la hora en que no quise que nadie me acompañase a casa. Hasta me enfadé con alguno de ellos ante su insistencia. ¿Por qué me iba a pasar a mí?

Dudé, no sabía qué hacer, pero tenía que hacer algo ya. Instintivamente comencé a correr, pero no lo suficiente. ¡Malditos zapatos de tacón! Sin pensarlo y con un gesto brusco de las piernas los arrojé sobre la acera. Ahora corría más de prisa. Pronto las medias se rompieron y noté cómo me quemaba las plantas de los pies con el asfalto. Nada de esto tendría importancia si conseguía salir de aquella calle interminable. Corría más, más de prisa, el bolso también me estorbaba y lo dejé caer en el suelo. Nunca me había gustado el deporte y jamás lo había practicado, ahora hubiese sido una buena solución. El costado comenzaba a dolerme y los pulmones no insuflaban suficiente oxígeno a la sangre. No podía más, en cualquier momento me alcanzaría. Tenía que luchar, no podía ni debía consentirlo. Grité de angustia, de pánico, intentando llamar la atención de alguien que me socorriese. Nadie se asomó a ninguna ventana. Mis piernas ya no respondían. Comenzaba a notar calambres, mientras mis oídos percibían su presencia a escasos metros. Un segundo después mi cuerpo chocaba contra el duro asfalto y resbalaba sobre él. Noté el escozor y la quemazón sobre mis muslos y mis pechos, la ropa había quedado pegada al asfalto, hecha girones. Sin darme tiempo a reaccionar un enorme peso cayó sobre mi cuerpo. Conseguí girarme en el mismo instante que tenía su cara frente a la mía. Una cara abotargada y unos ojos llenos de ira. El brazo alzado, y en su mano empuñaba aquel cuchillo de cocina que yo le regalé cuando quiso aprender a cocinar.

"¿Por qué me haces esto?". "Ya te dije que serías mía o de nadie más".

Con fuerza descargó el cuchillo sobre mi pecho. Un intenso dolor frío desgarró mis entrañas, al tiempo que un sabor dulzón llenó mi boca de sangre. Intenté quitármelo de encima, pero ya con las pocas fuerzas que tenía, lo único que conseguí fue que se

clavara más hondo el cuchillo y se hiciese más grande la herida. Mis ojos se fueron cubriendo de nubes y la oscuridad se fue apoderando de la calle. Al final, una diminuta luz blanca se distinguía sobre el oscuro e inmenso cielo. "¡Ojalá yo sea la última!". Fueron mis postreras palabras.
 

MIGUEL GARVÍ SÁNCHEZ
 

 
 
 
 
                  

 
 
 

 
 

2 comentarios:

  1. Relato intenso, desgarrador, agobiante, cruel, pasional ... como la vida misma!!!
    Enhorabuena.

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  2. Yo fui la última: Es un relato de una fuerza e intensidad emotiva tremenda, desgraciadamente tan trágico como previsible en su desenlace. Te traslada en la imaginación al lugar de los hechos, y pudiendo sentir los sentimientos de los protagonistas. Me gusta el estilo!!

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