> Miguel Garví, escritor: UN AÑO MÁS, LA MISMA TRAGEDIA

martes, 8 de marzo de 2016

UN AÑO MÁS, LA MISMA TRAGEDIA

Ha transcurrido un año desde que publiqué un artículo sobre la mal llamada violencia de género. Algún día la llamaremos por su nombre, asesinato.

De nuevo conmemoramos el Día Internacional de la Mujer, declaración que no es posible reducirla a una sola jornada, deberían ser todas. Un homenaje que no es solo a la mujer, al género, debe estar dedicado a la madre, la hermana, la esposa, la hija, a la amiga.

Como decía ha pasado un año y estamos en el mismo sitio, bueno... en el mismo no. Estamos mucho peor. En el año 2015 fueron 59 las víctimas, cinco más que en el año 2014. En lo que va de año 2016 son ya 10 las víctimas, cinco más que a esa misma fecha del año 2015, al 15 de febrero, que es la última estadística publicada.


Se hace necesario reflexionar sobre lo que está pasando y su por qué. No soy político, ni psicólogo ni sociólogo, soy simplemente una persona de la calle, que siente que esto ha de cambiar. No sé la solución a corto plazo, a largo, sí, educación y más educación. Una persona con la cabeza bien amueblada no comete estas barbaridades. De no tomar ya medidas, el próximo año volveré a publicar un artículo parecido. Habrán quedado en la cuneta del camino de la vida, otras tantas mujeres, o más, aunque tan solo con que hubiese una, habría sido baldío el esfuerzo, una vida es mucho, demasiado.

Vuelvo a transcribir aquel relato por si con él aporto un granito de arena. ¡Ojalá!


"YO FUI LA ULTIMA, HOMENAJE A LAS 
MUJERES ASESINADAS


Un grito rasgó la noche que hacía rato había caído sobre este barrio donde nunca ocurría nada, ni malo, ni bueno. De repente me vi sola en medio de la calle, llena de farolas y luz en casi todas las ventanas. Maldije la hora en que no quise que nadie me acompañase a casa. Hasta me enfadé con alguno de ellos ante su insistencia. ¿Por qué me iba a pasar a mí?




Dudé, no sabía qué hacer, pero tenía que hacer algo ya. Instintivamente comencé a correr, pero no lo suficiente. ¡Malditos zapatos de tacón! Sin pensarlo y con un gesto brusco de las piernas los arrojé sobre la acera. Ahora corría más de prisa. Pronto las medias se rompieron y notaba como me quemaban las plantas de los pies con el asfalto. Nada de esto tendría importancia si conseguía salir de aquella calle interminable. Corría más, más de prisa, el bolso también me estorbaba y lo dejé caer en el suelo. Nunca me había gustado el deporte y jamás lo había practicado, ahora hubiese sido una buena solución. El costado comenzaba a dolerme y los pulmones no insuflaban suficiente oxígeno a la sangre. No podía más, en cualquier momento me alcanzaría. Tenía que luchar, no podía ni debía consentirlo. Grito de angustia, de pánico, intentando llamar la atención de alguien que me socorriese. Nadie se asomó a ninguna ventana. Ya mis piernas no respondían. Comenzaban a acalambrarse y sí mis oídos percibieron su presencia a escasos metros. Un segundo después mi cuerpo chocaba contra el duro asfalto y resbalaba sobre él. Noté el escozor de la quemazón sobre mis muslos y mis pechos, la ropa había quedado pegada al asfalto hecha jirones. Sin darme tiempo a reaccionar un enorme peso cayó sobre mi cuerpo. Conseguí girarme en el mismo instante que tenía su cara frente a la mía. Una cara abotagada y unos ojos llenos de ira. El brazo alzado y con su mano empuñando aquel cuchillo de cocina que yo le regalé cuando quiso aprender a cocinar. ¿Por qué me haces esto?— Ya te dije que serías mía o de nadie más. Con fuerza descargó el cuchillo sobre mi pecho. Un intenso dolor frío desgarró mis entrañas, al tiempo que un sabor dulzón llenó mi boca de sangre. Intenté quitármelo de encima, pero ya con las pocas fuerzas que tenía, lo único que conseguí fue que se clavara más hondo el cuchillo e hiciese más grande la herida. Mis ojos se fueron cubriendo de nubes y la oscuridad se fue apoderando de la calle. Al final una diminuta luz blanca se distinguía sobre el oscuro e inmenso cielo. ¡Ojalá yo sea la última! Fueron mis postreras palabras."

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