El asunto no es nuevo,
viene desde hace siglos, cuando marineros amotinados se dedicaban a asaltar
barcos en pleno océano, en aguas internacionales. Robaban la carga, para
revenderla y secuestraban a las personas para obtener un rescate por ellas, o
simplemente las vendían a los negreros, que eran las actuales mafias que
trafican con personas. Afortunadamente esos piratas que hoy los reflejamos como
aquellos barbaros, con pata de palo y un parche en el ojo, solo subsisten en
los alejados mares de África, no utilizan espadas, sino fusiles de asalto y
secuestran petroleros a cambio de importantes cantidades de dinero.
Los piratas modernos no
viven en islas desiertas, ni navegan por el ancho mar. Habitan en casas en las
ciudades y navegan por la red, por internet. No quieren barcos ni personas,
solo buscan unas determinadas mercancías, todo aquello que sea susceptible de
ser descargado por un ordenador, plácidamente instalado sobre una mesa en su
habitación. Les encanta la música, las películas y en menor medida los libros,
por aquello del esfuerzo de leer. Pero hay algunas otras cosas más, todo
aquello que pueda viajar por un cable.
Es noticia,
prácticamente, todos los días, pero en estos últimos ha cobrado un poco más de
fuerza. En el Senado se está tramitando la llamada ley Lasalle, “Ley de la
propiedad intelectual”, que toma su nombre de José Mª Lasalle, hasta hoy,
Secretario de Estado de Cultura e impulsor de esta Ley. Como casi todas las
leyes en España, no contentan a casi nadie, y sí, provocan todo tipo de
manifestaciones y opiniones, como tal vez la mía. Esta vez y sin que sirva de
precedente, los llamados de la “ceja”, los voceros del “no a la guerra”,
aquellos que aprovechándose de que eran famosillos, intentaban sacar rédito de
esas manifestaciones, para de alguna forma, conseguir un poquito más de fama.
Fama que en algunos se vio mermada por meterse en charcos que no eran de su incumbencia,
y no cito nombres por verme en algún lio, aunque el lector, que es muy avezado,
sabe a quién o quienes me refiero. Decía que ahora sí pueden hablar y
manifestarse, ahora si les compete, y veo lógica sus reuniones, manifestaciones
y cosas análogas.
La ley, en mi modesta
opinión no va a solucionar nada o casi nada. Los robos que a diario se producen
por las descargas ilegales, solo se terminarán el día que en esta España, haya
cultura, educación, respeto por el trabajo ajeno… El problema no es, como se ha
querido decir, que los contenidos son caros, que lo son, la cuestión está en la
educación, en saber que lo que no es tuyo no se toca y si lo quieres debes
pagar por ello, diferente es la consideración de si es caro o barato. Precio
que el pirata debería saber, es que incluye el costo de escribir un libro,
componer una obra musical o realizar una película. En muchas ocasiones muy elevado y que es
preciso repercutir a cada libro, canción o video. Pero el “pirateo” va en la
sangre de los españoles, no en vano somos de los que más “pirateamos” del
mundo. Valga una anécdota; soy un modesto escritor, he publicado una sola novela,
y se me ha dicho en mi cara, “a ver si me la puedo pillar”, antes que
descargarla legalmente al simbólico precio de 0,89 €.
Que el lector saque sus
propias conclusiones.
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