El diario ABC y por medio de su
redactora Laura Revuelta, publica un interesante artículo sobre la tan traída y
llevada autopublicación.
Dice Almudena Navarro, que colgar tu
novela en la “plataforma” puede implicar que la tuya se pierda en la jungla,
dado la cantidad de obras que se publican.
La autopublicación es sin duda alguna,
el segundo camino que hemos elegido la mayoría de los que nos autoproclamamos y
nos definimos como escritores. Ser escritor no es nada fácil. La soledad en la
que forzosamente tiene que vivir para poder escribir unas cuantas cuartillas o
folios, los más osados lo hacen directamente al ordenador. Decía que es
soledad, angustia por lo escrito y sobre todo por lo no escrito. La autocensura
que nos imponemos y que tenemos obligatoriamente que desterrar. Quitar miedos,
se presume una sensación de ridículo, qué dirán quienes me conocen… Son muchas
las sensaciones que se tienen cuando te enfrentas a una página en blanco.
Llenarla supone un reto y otro destruirla una vez leída. Todo esto no tendría
razón de ser si no fuese porque todos, creo, todos los escritores somos felices
escribiendo. Yo particularmente me lo paso fenomenal, transcurren las horas sin
enterarme y la felicidad, estoy seguro, se refleja en mi rostro, cuando doy por
terminada una sesión de escritura.
Es tremendamente importante sentir que
cuando terminas una obra, del género que sea, y la misma cae en manos de un
lector, sobre todo si es desconocido y ella va a llenar esos ratos de tranquilidad
sentado en su sillón favorito, o bajo la sombrilla de la playa, en esos
momentos de relajo después de comer, sientes que estas creando felicidad a una
persona. Al menos yo es lo que pretendo con mis novelas y estoy seguro de haberlo
conseguido en muchos casos.
Decía y no nos engañemos, que es la
segunda opción que elegimos los escritores. La primera, sin duda, es la
publicación por una editorial al uso, y si es una importante, pues mejor.
Teóricamente estas te lo darán todo hecho, corregirán, darán forma, limpiarán,
diseñarán una bonita portada y sobre todo se encargarán de hacer llegar el
libro a las mejores librerías del país. Una buena campaña publicitaria llevará al gran lector a las mesas de
exposición de las librerías y lo comprará, lo leerá y en la mayoría de los
casos lo recomendará a familiares y amigos. Es así y no me pregunten la razón.
¿Aciertan, entonces, las editoriales con todas sus publicaciones? Absolutamente
falso. Sacan libros muy buenos y también muy malos, al menos esa es mi opinión
como lector. No parece de recibo decir u opinar que un libro de… publicado por…
es malo de solemnidad. Rápidamente te tacharían de cualquier cosa, pero es la
verdad, o al menos la mía.
Buscar una editorial al uso es una tarea
dura y complicada. No es fácil, ni tan siquiera que te admitan el original. Es
duda más que razonable que se lean todos los originales que les llegan y luego, el olvido. Pasan los meses y no
obtienes respuesta. No mantenemos correspondencia con el autor, suelen decir.
Está claro, tu original en el que tanta ilusión pusiste, duerme en una
papelera.
Otra opción es buscar y encontrar un
representante, pero no uno cualquiera, para cantamañanas ya hay bastante con
uno mismo. Conseguir que te atienda una de estas mujeres u hombres es una tarea
difícil, que te representen, misión imposible. Solo aceptan autores
consagrados, ¿Usted lo es?, pues mire de momento no. Entonces llame cuando lo
sea, o mejor, ya nosotros nos pondremos en contacto con Usted para ofrecerle nuestros
servicios, y yo añadiría, que hoy le negamos. Esa es mi experiencia y la de
algunos compañeros y compañeras de fatigas.
Está claro que llegados a este punto, te
han empujado a la autoedición, sobre todo cuando estás convencido que tienes
algo que contar. Es pues el momento de ponerse manos a la obra y hacer todo
aquello que teóricamente te hará la editorial. Tendrás que corregir, volver a
corregir, pedir el favor a los lectores cero, para que te den su opinión y
tendrás que volver a corregir. La portada será otro asunto importante. Puedes,
si te lo permiten tus ahorros, encargar a un profesional que la diseñe, o te
pones el “gorrito” de diseñador gráfico y la haces tú mismo. Esto que se
describe en unas líneas, son en realidad horas y horas de trabajo, a veces, con
un resultado más que discreto, pero es tu trabajo y casi siempre te sentirás
satisfecho. La mayoría de las veces el gran lector no opinará lo mismo.
Vendrán luego las campañas de ventas,
siendo como eres un “experto” en marketing, se recogerán los resultados,
familia, amigos y poco más. Sin una buena compaña de publicidad el fracaso está
asegurado, por bueno que sea el libro. He tenido ocasión de leer a escritores
desconocidos, sin éxitos de ventas y tenían un producto más que bueno. Este mundillo
es así.
Me he extendido demasiado en cosas y
procesos que seguro que el lector conoce. Continuando con el artículo del ABC,
se recogen opiniones de diversos autores consagrados, que si bien no lo dicen,
no son muy partidarios de la autoedición. Ofrece la autora una muestra de
autopublicados famosos: Borges, Sábato, Lewis Carrol, Onetti, Juan Ramón Jiménez…
muchos autores empezaron así y llegaron a la fama. La mayoría de los escritores
desconocidos que autopublicamos no llegaremos, aunque alguno sería digno que sí
lo fuese.
No quiero terminar el artículo sin
mencionar una entradilla, creo que se llama así, de Antonio Fontana. Me ha
disgustado mucho el tono que emplea para con los autopublicados, que no venimos
aquí para ganarnos la vida, al menos ese es mi caso, si no por el inmenso
placer que supone escribir, como terapia o como realización personal. Nos niega
el que podamos llamarnos escritores. Desconozco por completo quien es este
señor, lo podría averiguar, pero no quiero, no me interesa. Una de sus píldoras
o lindezas es esta: “El hecho de publicar, pagándolo uno de su bolsillo o no,
no es una barita mágica. Con otras palabras: el hecho de publicar tampoco
convierte a nadie en escritor. Lo que convierte a alguien en escritor es el
talento, la capacidad de emocionar al lector, haciéndole reír, haciéndole
llorar, horrorizarle incluso, si es necesario. Algo tan difícil”
El escrito de este señor lo titula, como
no podía ser de otra forma, “La literatura no es democrática”.
Hoy no le pienso contestar, mañana tal
vez lo haga.
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